La mañana amaneció llorando.

Whatsapps e emails preguntando si, aún con la que estaba cayendo, había salida.

Abres el armario y sacas la ropa de lluvia, preparas la mochila,  y ya sabes, que no te sobre pero, sobre todo, que no te falte.

Quince mujeres confían en tí para que las lleves (y por supuesto , que las traigas) a la montaña.

Dudas si habrán leído el desnivel, la distancia, si llevarán el material necesario.

Un desayuno energético y, sin comerlo ni beberlo, allí estás rodeada por ellas que tienen las mismas ganas de «patear»  que tú, o incluso más.

La nube moja cada rincón del paisaje con una niebla infinita y una lluvia constante parece que nos acompañará en el camino.

El verde  de los musgos y la gayuba, los líquenes como pendientes cuelgan de los árboles van dibujando en tus ojos mientra tú caminas contigo misma.

El sonido del agua corriendo por el arroyo se funde con las gotas de lluvia golpeando tu impermeable.

De vez en cuando se cuela el canto de un pajarillo entre el crepitar de tus pisadas y el aliento de tu respiración.

Paras y explicas los secretos de la naturaleza. Esa naturaleza que se va abriendo en cada paso.

Conversaciones se entrecruzan. Alentando, esperando, y eso sí, con el corazón cantando desde las voces de las montañeras que han escalado las cumbres de las montañas rompiendo los anclajes sociales e igualando a sus compañeros para andar juntos el camino.

Un macho de Cabra montés nos observa pasar, sin moverse, luciendo su belleza imponente entre las rocas.

Y seguimos caminando, y llegamos, y también volvimos.

 

Las energías renovadas y ganas de seguir conociendo y amando la montaña.

NOS VEMOS EN LA PRÓXIMA CHICAS¡¡¡¡¡¡       d2naturaleza

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